Gente

Mongolia es un lugar socialmente tranquilo, tanto para su gente autóctona como para quien viaja allí. La gente de Mongolia siente obvia curiosidad por quienes visitamos el país y más aún por quienes lo hacemos en bici pero su actitud ha sido, en nuestro caso, generalmente apacible y no intrusiva.

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Los dos mejores medios para moverse por Mongolia

Sería difícil decir hasta qué punto Mongolia califica como lo que se viene a denominar “tercer mundo”… habría que definir el término, primero; desde luego, si nos atenemos a parámetros como PIB y poder adquisitivo, allí, ambos son bastante bajos pero, por otro lado, la miseria no es algo evidente ni notorio en Mongolia y la impresión media es que la gente, en general, lleva una vida digna. Además, no parece haber grandes tensiones sociales: la sociedad parece bastante cohesionada y no es evidente la existencia de oligarquías dominantes.

Además de todo esto, las estadísticas muestran algunos datos significativos como el altísimo índice de escolarización y el hecho de que el estado se constituye como una democracia parlamentaria: hay elecciones periódicas y una cierta estabilidad política. Supongo que todo esto hay que tomarlo con cierta perspectiva porque es razonable preguntarse cómo funciona lo mencionado en una sociedad donde buena parte de la población está formada por pastores nómadas pero podemos dar fe de que, cada vez (que no fueron muchas pero las hubo) que pudimos ver a un/a niño/a empuñar un boli, lo hizo con la seguridad de quien ya lo ha hecho antes y, de hecho, produjo algún dibujo o frase (según la edad)… en la escuela o donde fuera pero había aprendido al menos a escribir y, es de esperar, leer.

Cuando se viaja a un lugar donde la diferencia de poder adquisitivo absoluto (que no necesariamente relativo) con el propio es tan grande, se corre el riesgo de ser percibido por la gente local como un billete andante. Y no es que eso implique necesariamente que te quieran robar pero sí puede enturbiar las relaciones personales o, al menos, limitarlas a un simple y perpetuo intento de transacción comercial. Desde luego, en Mongolia no tuvimos esa impresión. Quizá ayudaba que nuestras pintas no eran muy ostentosas, por decirlo de forma suave.

Supongo también que estas cosas (la intención de la gente con la que interactúas) se notan y, en general, nuestra percepción fue que la gente de Mongolia nos trató siempre con mucha discreción y respeto. Nos pareció un ambiente excelente para viajar porque, a la vez, mostraban una razonable curiosidad e interés por lo que estábamos haciendo y se mostraban serviciales cuando pedíamos ayuda.

En general, la gente nos pareció sociable, educada, discreta y hospitalaria. Las excepciones fueron eso: excepciones; y nunca nos vimos en una situación seriamente incómoda.

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Acudiendo a visitar a los nuevos vecinos

La bici como foco de atención

Algo que solía llamar la atención de la gente local era la bici. Tampoco siempre… pero no era raro que alguien nos la pidiese para dar una vuelta, cosa que hacían (tanto pedirla como darla) con mucha discreción. En total, concederíamos unas 5 ó 6 vueltas en todo el mes así que tampoco era algo ni mucho menos continuo pero sí resultaba curioso cómo nos lo podía pedir desde el chaval de (pongamos) 10 años hasta el señor mayor que venía de la yurta de al lado (de al lado de nuestra propia “yurta”) o el tipo joven que llegaba montando a caballo y estaba encantado de probar el “caballo de hierro”.

Contento con su bici

Comunicación: la barrera idiomática

La intersección entre los idiomas que podemos hablar y los que habla la gente en Mongolia es conjunto vacío: allí sólo se habla mongol y ruso; salvo en ambientes turísticos, costará encontrar a alguien que hable otra cosa. Para más inri, el alfabeto en uso es el cirílico con lo que no sólo no puedes entender lo que te dicen… tampoco puedes entender los carteles que veas o los menús de los bares. Y, aún así, vuelves de allí con la mente llena de todas las conversaciones que has mantenido durante el viaje.

En la frase anterior, me he resistido a entrecomillar la palabra “conversaciones” porque nadie dijo que una conversación tenga que ser siempre un fluido intercambio con 100% de comprensión estrictamente oral… y el caso es que, al final, siempre te apañas. A veces, con más éxito que otras.

La gente en Mongolia solía ser bastante paciente, lo que, aparentemente, va bastante con su carácter. Con gestos se puede conseguir casi de todo pero, cuando teníamos tiempo y/o algo complejo que comunicar, acudíamos a un recurso que casi siempre tenía mucho éxito: dibujos.

Éxito por partida doble: porque funcionaba, a nivel comunicativo, y porque resultaba divertido y solía enganchar a nuestros interlocutores de turno, que se lo pasaban bomba comprobando la potencia de la expresión dibujil y, quien más, quien menos, dando rienda suelta a su talento plástico.

Véase, por ejemplo, qué pasa cuando estás en el último sitio habitado en  100 kms. y quieres preguntar (información muy sensible) si vas a encontrar agua en los cauces:

Arte ibero-mongol, siglo XXI

La resolución es que no son 100 sino 130 los kilómetros y que en los ríos que vamos a cruzar no hay ni puentes ni agua; véase el cauce pedregoso que nos dibujaron en la parte superior derecha.

Sobra decir que, en estas circunstancias, lo importante no es la calidad pictórica sino que se entienda el mensaje. Por ambas partes.

El cirílico no es tan difícil como pueda parecer: hay una correspondencia de casi uno a uno entre un carácter cirílico y uno latino así que es relativamente sencillo aprender cuál es cada cuál con lo que, al menos, se puede “leer” lo que uno se encuentra escrito por ahí. No más pedir platos al azar en la carta…

Una herramienta razonablemente útil es un diccionario pero dudo que lo haya en versión castellano – mongol en un formato adecuado para el viaje… sí lo hay inglés – mongol y nos vino muy bien llevarlo: tanto por lo que te facilita la comunicación como porque te posibilita aprender algo (poco pero algo) de la lengua que te rodea.

Libro de bolsillo

Otra gente viajera

Aunque no es un destino turístico estrella, hay más gente viajera (extranjera) en Mongolia y no es difícil encontrarla si se va a los sitios donde la gente viajera suele estar… pero la bici te pone, en buena medida, fuera del “circuito” durante gran parte del tiempo. Más allá de estéticas, es obviamente fácil identificar a colegas de destino.

Y, a todo esto, ¡hay ciclistas occidentales de viaje en Mongolia! No encontramos muchos pero sí más de los que pudiéramos esperar (no sabíamos qué esperar) y, con estos/as, la complicidad era, lógicamente, grande. Incluidos aquí dos chicos franceses y uno italiano que, cada cual por su lado, venían desde, respectivamente, Francia e Italia y llevaban unos 5 meses pedaleando.

Nuestro encuentro con el ciclista italiano más aguerrido

1 comentario en “Gente

  1. Anónimo

    Los dibujos que mostrásteis en la presentación fueron buenísimos, ideales para explicar muchas situaciones vividas.

    Tremendas las risas que provocaron el dibujo donde se os veía la cara de sorpresa en el mostrador de facturación tras enseñar el collage de cartones con el que embalásteis vuestras bicis.

    Saludotes!

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